In
an assembly of phantasms such as I have painted,
it may well be supposed that no ordinary appearance
could have excited such sensation. In truth
the masquerade license of the night was nearly
unlimited; but the figure in question had
out-Heroded Herod, and gone beyond the bounds
of even the prince's indefinite decorum. There
are chords in the hearts of the most reckless
which cannot be touched without emotion. Even
with the utterly lost, to whom life and death
are equally jests, there are matters of which
no jest can be made. The whole company, indeed,
seemed now deeply to feel that in the costume
and bearing of the stranger neither wit nor
propriety existed. The figure was tall and
gaunt, and shrouded from head to foot in the
habiliments of the grave.
En una asamblea
de fantasmas como la que acabo de describir
es de imaginar que una aparición ordinaria
no hubiera provocado semejante conmoción.
El desenfreno de aquella mascarada no tenía
límites, pero la figura en cuestión
lo ultrapasaba e iba incluso más allá
de lo que el liberal criterio del príncipe
toleraba. En el corazón de los más
temerarios hay cuerdas que no pueden tocarse
sin emoción. Aún el más
relajado de los seres, para quien la vida
y la muerte son igualmente un juego, sabe
que hay cosas con las cuales no se puede jugar.
Los concurrentes parecían sentir en
lo más hondo que el traje y la apariencia
del desconocido no revelaban ni ingenio ni
decoro. Su figura, alta y flaca, estaba envuelta
de la cabeza a los pies en una mortaja.
The mask which concealed
the visage was made so nearly to resemble
the countenance of a stiffened corpse that
the closest scrutiny must have difficulty
in detecting the cheat. And yet all this might
have been endured, if not approved, by the
mad revellers around. But the mummer had gone
so far as to assume the type of the Red Death.
His vesture was dabbled in _blood_--and his
broad brow, with all the features of his face,
was besprinkled with the scarlet horror.
La
máscara que ocultaba el rostro se parecía
de tal manera al semblante de un cadáver
ya rígido, que el escrutinio más
detallado se habría visto en dificultades
para descubrir el engaño. Cierto, aquella
frenética concurrencia podía
tolerar, si no aprobar, semejante disfraz.
Pero el enmascarado se había atrevido
a asumir las apariencias de la Muerte Roja.
Su mortaja estaba salpicada de sangre, y su
amplia frente, así como el rostro,
aparecían manchados por el horror escarlata.